EL
TABLERO. ANQUÍSES, EL ENANO MALDITO
De entre todos los Reinos Enanos que fueron creados cuando el Dios Roca así lo solicitó a El Gran O destaca uno por la singularidad de su descendencia y linaje: el Clan Delos. Su Primer Rey, Enano de primera generación como Eneas, fue Anquíses. Anquíses amó a Ida. La amó durante largo tiempo mientras los enanos se organizaban en Clanes. Cuando se organizaron y eligieron parejas, Ida eligió a Eneas. Anquíses le rogó a su amada que lo acompañara mas ella se negó. Su corazón era de Eneas, el primer Enano. Anquíses nunca olvidó esa afrenta. Durante siglos creció el odio que Anquíses anidaba en su corazón.
En la Gran Reunión Enana, celebrada en la Montaña del Orgullo, tuvo lugar la división del pueblo enano en Clanes. Los Primeros enanos eligieron sus líderes y Anquíses fue uno de ellos. Sería el Rey del Clan Delos. Durante un siglo estuvieron los enanos picando aquella montaña hasta que el Dios Roca perdió su reto con el Dios Agua y forzó a los enanos como castigo a dispersarse. Sólo un clan podría quedarse en la Montaña del Orgullo, y Eneas sería su Rey.
Los Enanos habían sido creados a partir de la propia roca y no conocían otra forma de vida, así que los diferentes Clanes peregrinaron por El Tablero hasta encontrar una montaña donde establecerse. Muchos Clanes se extinguieron por el camino. Otros, se hicieron más fuertes. El Clan Delos se estableció a pocas leguas de la Montaña del Olvido. Era una montaña menor, y eso haría que el Clan perdiera prestigio, pero Anquíses sólo podía pensar en vengarse de Eneas e Idia. Ni todos los diamantes ni todo el oro que El Gran O tuvo a bien colocar en El Tablero podrían mitigar su ira. Mitigar su odio.
Pasaron varios siglos hasta que esa venganza llegó. Los Enanos solían celebrar reuniones de los Reyes de cada Clan una vez cada diez años. Habían pasado ya varios siglos del peregrinar de la Montaña del Orgullo cuando la reunión se celebró en el hogar de Anquíses. Debido al poco prestigio de la montaña ocupada, nadie quiso nunca celebrar allí la reunión. Pero si en aquella ocasión. Anquíses había insistido demasiado.
Los cincuenta reyes enanos llenaban la pequeña sala del trono de Anquíses. La reunión transcurrió sin incidencia hasta que, al abandonar todos la fortaleza, Anquíses pidió a Eneas que aguardara un momento, pues tenía un presente para el. Eneas, autor de grandes proezas en batalla, imaginaba que era un tributo a su valentía y destreza. No podía estar más equivocado.
Las puertas se abrieron desde fuera del salón y un Enano entró portando una bandeja de oro tapada con un fino manto de un raro metal, llamado "akrafos" por los Enanos, adornado con diamantes. Eneas sonrió. Después de tanto tiempo por fin Anquíses había olvidado su odio enfermizo.
Cuiando Eneas destapó lo que la bandeja contenía sintió como le temblaban las piernas. Su gesto no cambió. Tampoco cambió, no le dio tiempo. Mientras contemplaba la cabeza cercenada de su amada Idia en aquella bandeja de oro sintió como una espada atravesaba su espalda hasta ver aparecer la punta por su estómago. Eneas calló de rodillas al suelo. Pudo ver como su guardia era masacrada. Antes de morir, vio la cara de Anquíses, el cual le miró y le dijo: "Quiero que mires bien mis ojos antes de irte de El Tablero. Muere como un perro Eneas, por arrebatarme lo que es mio. Por obligarme a hacerla daño yo te maldigo y te condeno a vagar por el Inframundo con el Dios Muerte." Eneas intentó contestar, pero de su boca sólo salió un chorro de sangre. Entonces sintió el hacha contra su cuello. Sólo un segundo del frío acero contra su piel. Después, el silencio.
Aquel incidente desencadenó la Primera Gran Guerra entre Enanos. Los Clanes se organizaron entre ellos y hubo una guerra que dejó miles de enanos muertos. Desde entonces El Clan Delos y Anquíses han pasado a ser los más odiados de entre todos los Enanos. Muchos de los enanos desterrados de sus Clanes acaban aquí, y todos son aceptados sin importar el motivo de su destierro, pues el número del Clan Delos mermó tras el incidente de aquel Concilio Maldito. Pactan con todo tipo de razas y sus vilezas desde aquel Concilio se cuentan por cientos.
Ha pasado ya un siglo desde que Eneas e Idia fueron asesinados. Desde entonces sólo los más allegados han visto al Rey Anquíses. Dicen que vive encerrado en el salón del trono donde dio Muerte a Eneas. Mas los descendientes de Eneas no olvidan. No perdonan. Y no pararán hasta ver cumplida justa venganza y la cabeza de Anquíses penda de los grises torreones de la Fortaleza Eneas, en la Montaña del Orgullo.
Los Enanos habían sido creados a partir de la propia roca y no conocían otra forma de vida, así que los diferentes Clanes peregrinaron por El Tablero hasta encontrar una montaña donde establecerse. Muchos Clanes se extinguieron por el camino. Otros, se hicieron más fuertes. El Clan Delos se estableció a pocas leguas de la Montaña del Olvido. Era una montaña menor, y eso haría que el Clan perdiera prestigio, pero Anquíses sólo podía pensar en vengarse de Eneas e Idia. Ni todos los diamantes ni todo el oro que El Gran O tuvo a bien colocar en El Tablero podrían mitigar su ira. Mitigar su odio.
Pasaron varios siglos hasta que esa venganza llegó. Los Enanos solían celebrar reuniones de los Reyes de cada Clan una vez cada diez años. Habían pasado ya varios siglos del peregrinar de la Montaña del Orgullo cuando la reunión se celebró en el hogar de Anquíses. Debido al poco prestigio de la montaña ocupada, nadie quiso nunca celebrar allí la reunión. Pero si en aquella ocasión. Anquíses había insistido demasiado.
Los cincuenta reyes enanos llenaban la pequeña sala del trono de Anquíses. La reunión transcurrió sin incidencia hasta que, al abandonar todos la fortaleza, Anquíses pidió a Eneas que aguardara un momento, pues tenía un presente para el. Eneas, autor de grandes proezas en batalla, imaginaba que era un tributo a su valentía y destreza. No podía estar más equivocado.
Las puertas se abrieron desde fuera del salón y un Enano entró portando una bandeja de oro tapada con un fino manto de un raro metal, llamado "akrafos" por los Enanos, adornado con diamantes. Eneas sonrió. Después de tanto tiempo por fin Anquíses había olvidado su odio enfermizo.
Cuiando Eneas destapó lo que la bandeja contenía sintió como le temblaban las piernas. Su gesto no cambió. Tampoco cambió, no le dio tiempo. Mientras contemplaba la cabeza cercenada de su amada Idia en aquella bandeja de oro sintió como una espada atravesaba su espalda hasta ver aparecer la punta por su estómago. Eneas calló de rodillas al suelo. Pudo ver como su guardia era masacrada. Antes de morir, vio la cara de Anquíses, el cual le miró y le dijo: "Quiero que mires bien mis ojos antes de irte de El Tablero. Muere como un perro Eneas, por arrebatarme lo que es mio. Por obligarme a hacerla daño yo te maldigo y te condeno a vagar por el Inframundo con el Dios Muerte." Eneas intentó contestar, pero de su boca sólo salió un chorro de sangre. Entonces sintió el hacha contra su cuello. Sólo un segundo del frío acero contra su piel. Después, el silencio.
Aquel incidente desencadenó la Primera Gran Guerra entre Enanos. Los Clanes se organizaron entre ellos y hubo una guerra que dejó miles de enanos muertos. Desde entonces El Clan Delos y Anquíses han pasado a ser los más odiados de entre todos los Enanos. Muchos de los enanos desterrados de sus Clanes acaban aquí, y todos son aceptados sin importar el motivo de su destierro, pues el número del Clan Delos mermó tras el incidente de aquel Concilio Maldito. Pactan con todo tipo de razas y sus vilezas desde aquel Concilio se cuentan por cientos.
Ha pasado ya un siglo desde que Eneas e Idia fueron asesinados. Desde entonces sólo los más allegados han visto al Rey Anquíses. Dicen que vive encerrado en el salón del trono donde dio Muerte a Eneas. Mas los descendientes de Eneas no olvidan. No perdonan. Y no pararán hasta ver cumplida justa venganza y la cabeza de Anquíses penda de los grises torreones de la Fortaleza Eneas, en la Montaña del Orgullo.
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