sábado, 22 de noviembre de 2014

EL TABLERO. LA MUERTE ESPERA


LA MUERTE ESPERA

Oscuridad. Saavedra sólo veía la negritud que sus párpados le ofrecían. El cálido tacto del sol contra su piel reconfortaba su cuerpo por complete. Tras abrir los ojos y acostumbrarse lentamente al sol, pudo ver el mar. Su sonido lo envolvía todo como una caricia en el rostro en un día de soledad. Contempló sus pies, con el mar al fondo. Sintió paz…
Un terrible estruendo lo arrancó de su ensoñación.
Encontró a un rostro que le apresuraba a levantarse. Sólo podía oír un pitido, nada más. En cuestión de segundos, el pitido fue desapareciendo para hacer más nítido el sonido ambiente. Ha medida que ampliaba su campo periférico era más consciente de donde se encontraba. De pronto le escena fue obvia. Se encontraba en la frontera entre Carpetania y el Bosque de Frondaglauca. Su destacamento, formado únicamente por doscientos cincuenta hombres, había sido enviado para defender la frontera sin intervenir en el enfrentamiento. Aun así, en cuanto llegaron, sin descanso tras el largo viaje desde la capital, fueron atacados por una tribu de ugris. Ahora intentaba ponerse en pie tras recibir el impacto de una piedra en su cabeza. Había sido lanzada por un ugri, de esos que se hacen llamar “impelidores”, con sorprendente destreza. Podía sentir el calor en la zona del impacto de la roca. Incluso notaba como iba inflamándose la tumefacción producida en su frente. Podía dar gracias de no haber muerto de aquella pedrada.

A su alrededor todo era caos. El ataque ugri había pillado a las líneas carpetanas sin formación y la estampa no podía ser más desoladora. Gritos, charcos de sangre, hombres paralizados, ugris comiendo partes amputadas de soldados… nada podía hacerse ya. El teniente Cordo gritaba airadamente desde retaguardia. Hacía aspavientos señalando claramente la retirada. Cuando  Saavedra realizó la situación, comenzó a correr como quién huye del infierno mismo. Aquella matanza dejaba muy claro que aquella guerra no sería sólo entre ugris y enanos. La muerte acechaba a todo aquel que se acercara a Frondaglauca. La muerte esperaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario